Todos levantamos la copa con el deseo en grande para que el 2019 sea el año mundial que tanto esperamos.

Esa mezcla de ilusión y manija se transforma recurrente. Uruguay no juega un Mundial desde España 1986, último torneo grande en el que participó. Hoy estamos a un partido, si le ganamos a Puerto Rico sellamos el pasaje a China. Hay también alguna otra chance matemática, pero aburrirla con las probabilidades no es el objetivo de esta columna.

Ir al Mundial es el deseo de todos, pero desespera a una generación que nunca vio a Uruguay dentro de torneos de tamaña magnitud. Para los menores de 35 se nos hace dificil creer que es una fiesta de la que podemos ser parte, que podemos prender la tele y ver una camiseta celeste. Los más enfermos, incluso, ya anduvimos de recorrida buscando pasajes de avión y precios de hospedaje. Pa tener una idea vio. En una de esas...

Además, sería el broche de oro para una carrera espectacular como la de Esteban Batista, seguramente lo volveremos a ver jugando junto a Jayson Granger, cuando los vimos juntos fue divino. Sería un premio hermoso para el profesionalismo y la constancia de Bruno Fitipaldo, Luciano Parodi y Mathias Calfani, y el Mundo disfrutaría de la magia de Panchi Barrera. Y también un puntito más de orgullo para el palmarés exitoso de Rubén Magnano, claro está. Mientras que Marcelo Signorelli, en su casa, expresará una sonrisa por haber sido parte, aunque mantenga la bronca interna por no haber llegado al final.

Pasaron 32 años. La ansiedad de volver es mucha, incluso sabiendo que para nosotros no es algo sencillo por más que haya cambiado el formato de Clasificatorias. Quizás, si no es este, hay que esperar otro lapso de tiempo prolongado para volver a tener una chance tan clara de ser parte de la fiesta. Quedar en la puerta sería una puñalada a la ilusión.

De todas formas, aunque no haya clasificación, los que vivimos basquetbol uruguayo a diario seguiremos yendo a la Liga, al Metro, la DTA, Femenino, Sub 23 o lo que sea. Nos encanta, lo sentimos, y no lo vamos a dejar de hacer de ninguna forma.

El tema es conquistar al resto, entusiasmar gurises para que elijan el básquetbol. Que se respire el deporte naranja por todo el país. Volver a jugar de local fue un paso importante, la inauguración del Antel Arena un avance clave rumbo a esa mancomunión ideal. La clasificación al Mundial sería la frutilla de la torta más deliciosa que se pueda probar.

El año nuevo trae ilusiones, deseos y desafíos. El nuestro ya saben cual es, nada nos haría más felices.

¡Que tengan un gran 2019!