Disfrutando en blanco y negro pasaron 40 años desde aquel lejano 1979 donde Capitol jugó por última vez en primera. Volverá para conocer el color de la Liga Uruguaya en 2019, para alegría de su gente que vivió tanto tiempo de fiesta pese a los resultados deportivos.
En el Prado un club de Barrio. Familiar. Al que la modernización de infraestructura y el crecimiento de sus instalaciones no le quitó los valores de antaño, ni la cantina, ni el pool, ni los parroqueanos de edad diversa que lo visitan. Pasaron las generaciones enamorándose del lugar, de su gente, y de ese escudo de triángulo invertido con cinco estrellas.
Capitol para ellos es eso. Familia, amigos, barrio y fidelidad a una pasión. En 40 años el color deportivo lo disfrutaron otros clubes, muchísimos otros. Pero ellos seguían ahí, fieles de ese blanco y negro que los hacía tan felices, aunque los de afuera buscaran la atracción en otros colores.
“De pendejo me enseñaron a quererte” cantan esos pibes que nunca lo habían visto jugar en primera, escuchando a los que peinan canas, que con la copa en la mano y la mirada fija en la buchaca contaban anécdotas del Capi peleando deportivamente en las grandes ligas. Quizás nunca pensaron que podía ser cierto, que ellos mismos iban a vivir lo que aquel veterano recordaba con una sonrisa imposible de borrar. Y hoy es realidad, y tal vez todavía no caen, seguramente no lo pueden creer, aunque se lo imaginen en lágrimas de emoción.
Y merecido lo tienen. Si durante años acompañaron a todas las canchas, cantando esas canciones de letras originales que andá a saber como las crean pero que te invitan a entonarlas. Y nunca faltaron. Ni en los mejores, ni en los peores momentos. La hinchada de Capitol tiene esa particularidad de que muchos de los que alientan afuera la vivieron de adentro, vistieron la camiseta y defendieron la casaca de su club, en formativas o en primera. El vínculo con el barrio es tan fuerte que contagia a todo el que visita el la institución de la calle Hermanos Gil.
La noche fue de lágrimas, de abrazos, de sonrisas complices y de cantar hasta morir. Las chapitas vuelan, se destapan varias, se comparte la birra y la felicidad. La espera de 40 años llegó a su fin.
La Liga es el color del básquetbol, pero que se prepare, porque el año que viene retumbará bien fuerte el “vamo blanco y negro, Capitol...”