¿Te acordás ese primer partido? Contra Urunday, en Welcome. Perdiste por paliza Larre, pero por paliza en serio y todos por dentro pensábamos… era obvio.
Era obvio que cada partido tuyo iba a ser con bolsa para llevar los puntos decíamos todos, “si no tiene nada”, “si se armó para presentarse así nomás”, “ni el técnico mantuvo”. Yo fui de esos, todos fuimos de esos, menos vos Larre. Que equipo porfiado resultaste.
Seguían los partidos y sin verte nunca jugar escuchamos por la radio que le ganaste a Trouville en Pocitos, a Aguada, a Sporting, le ganaste a todos. Nos enteramos que había un tal Anthony Young que hacía de a 30 cuando andaba mal y que tenían un yankee de rastas que no dejaba tirar a nadie. No teníamos claro cómo hacía, “si no tiene nada”, “si va a jugar el Metro”...
¿Cómo hacía?
Con un tal Johnny Rodríguez, rejuvenecido llevaba la “C” de capitán en la planilla, se fajaba con tipos de diez centímetros más y un montón de kilos. Pero el tacuaremboense tenía la remera cuadriculada que le daba poderes como nunca antes y los bancaba, los miraba con cara de malo, reboteaba y en ataque te metía una bomba de tres. Porque ahora todos decimos que anda bien, pero antes: “contrató a Johnny, seguro baja”.
Los aleros titulares eran Dotti y (un tal) Nicoletti, uno sin lugar en Aguada y otro que para algunos era un desconocido. Al primero lo vimos tirar libres la primera vez y nos reímos: “cerrá las patas”, gritaba un hincha ajeno que tuvo que cambiar la sonrisa burlona por enojo a la quinta corrida de cancha que terminaba con esa bandeja de zurda tan difícil de marcar. Marcar, hacerte sufrir cada vez que tenés la pelota, Nicoletti jugó así, con manos largas y con una intensidad envidiable por todos los que alguna vez se consideraron buenos defensas. Pero eso es ahora, antes decíamos: “con ese perímetro no le hace un gol a nadie, Larre baja”.
Marcos Marotta…
No sé qué decirte Marcos. Yo pensé que al haberte ido de Goes donde ibas a pelear el título para terminar en el “ya descendido” Larre Borges te iba a matar anímicamente. Nos diste unas clases de liderazgo silencioso, de apretar el puño y asentir con la cabeza cuando un compañero hacía una buena. Ser el base no es solo llevar la pelota y cantar la jugada, es ser el armador (también del grupo). Cada decisión que tomaste tus compañeros te la respetaban y a su vez buscaban tu mirada cómplice cuando se animaban a tomar las propias. Pero eso es ahora, antes todos decíamos: “pobre Marcos, cayó en Larre para descender”.
Larre, disculpas. Nos apuramos, los descendimos, los quisimos matar de todos lados. Todas nuestras armas te apuntaban a la frente y vos resultaste porfiado.
Prometo tratar de aprender de una vez, ya es el tercer año que descienden antes de jugar y tengo que ver su nombre reluciente en el fixture de la próxima liga. Tengo que aprender que el Larre es un equipo de Liga.
Así que esta temporada mágica se te terminó, nos vemos en la que viene donde seguro antes de empezar a jugar, ya estás descendido.