Desde que el Gato comenzó a dirigir en Sayago, había dos chiquitos, mellizos, que lo acompañaban a todos lados. Corrían para todos lados, siempre atrás de su padre, eran infaltables en los partidos, y cada vez que ganaba eran los primeros en llegar a abrazarlo para felicitarlo por el triunfo.
Aquellos niños fueron creciendo. Joaquín agarró para el fútbol, juega en El Tanque Sisley y los que alguna vez lo vieron dicen que es un delantero que promete. Martín es más conocido en el ambiente del basquet, explotó en la Liga pasada con Bohemios y consiguió en el Metropolitano el premio que vino a buscar; ganó en minutos y protagonismo, fue puntal en el ascenso de Sayago y, como si esto fuera poco, cumplió el sueño de subir con su padre.