Si bien la irrupción de Gonzalo Iglesias como una de las revelaciones de esta Liga puede haber sorprendido a alguno, es producto de un largo período de desarrollo y maduración llevado a cabo por el jugador a lo largo de varios años y enriquecedoras experiencias.

Una de las primeras cosas que llama la atención es que el interno de 2.03 metros comenzó a entrenar de forma más tardía de lo habitual, por un aspecto médico. “De chico iba a la cancha y hacía deporte recreativo, en Urunday que era el club del barrio, iba a piscina y jugaba al fútbol. No jugaba al básquetbol porque tengo un soplo al corazón, y no me habilitaban la ficha médica. Yendo al cardiólogo, como yo insistía que quería jugar y los estudios mostraban que estaba controlado me habilitaron. Habré empezado a los 15 o 16 años”.

A pesar de esto, la relación entre Gonzalo y Aguada comenzó mucho antes, una generación antes para ser exacto: “Hincha de Aguada de toda la vida, la relación familiar con el club es una locura, porque mi madre cuando nació vivía pegado al club. Desde que somos chicos, mis hermanos y yo nos criamos adentro del club. No es ni mi segunda casa, es la primera”.

El básquetbol que era apenas algo recreativo, jugar por la camiseta y por diversión, comenzó a tener otro lugar en su vida en el 2011, cuando Marcelo Capalbo entrenaba al primero y pidió jugadores a las formativas: “Nunca pensé en llegar a primera. Los primeros meses no tenía conciencia de lo que era, mis compañeros me hablaban, y empecé a ver las diferencias. Escuchaba que me decían que fuera ‘a dormir’ a la sala de aparatos, y empecé a trabajar, a comer mejor y cuidarme los fines de semana. En mi casa siempre hubo buenos hábitos, pero había que aprender lo que era el básquetbol profesional, que es muy distinto”.

Apenas un año después, en una Liga muy cambiante, integró el plantel que le volviera a dar un título a Aguada luego de décadas: “Ese año estuvo buenísimo, pero yo no tuve mucha participación y no digo que fui campeón. Incluso un compañero me dijo para subir a cortar la red en el Palacio y le dije que no, que la cortaran los que debían cortarlas. Yo espero cortar redes más adelante. Pero fue una locura, salimos campeones ganando los mismos partidos que perdimos, remando de atrás y los compañeros hicieron unos playoff bárbaros. Aprendí mucho de ese equipo, de compañeros que son amigos hasta hoy, de cómo el grupo se reponía a las adversidades. Esas cosas te quedan”.

Desde allí es el dueño del número 7 en el plantel principal de Aguada, que si bien hoy lo identifica, le llegó casi sin quererlo: “Cuando empecé en formativas jugaba con la 25, y después agarré la 6. Cuando subí al plantel de primera la tuve un año y llega Pablo Ibón, y por un tema de carrera se la tuve que ceder. La usaba por Losada, que para mí es un ídolo. Ahí pasé a la 7, y nunca más cambié”.

Luego de terminar su etapa en juveniles, comenzaron las experiencias que fueron forjando su crecimiento. Su primer Metro fue en 2013 en Capitol: “Era amigo de todos los gurises, era entrenar con amigos, como si continuara las formativas. Fue para empezar a crecer, con Diego Martínez y Fernando Cabral como entrenadores, que me dieron toda la confianza y jugaba 30 minutos.” Si bien la Liga posterior no tuvo la oportunidad, en 2014, en que los sub 23 de LUB no pudieron jugar el Metro, se le dio la chance de jugar en Allavena de Paysandú: “Había venido Andrés Dotti a Aguada y me comentó la posibilidad de ir a jugar a Allavena en Paysandú, y yo justo estaba haciendo una sola materia en liceo. Fue una gran experiencia, llegamos a la final del campeonato de Paysandú y del Torneo Litoral Norte. Estaba lindo para seguir ganando, pero no se dio. Es muy distinto, el roce es otro, es muy intenso. Yo opino que hay que pasar por todo eso para llegar”.

La experiencia internacional también le mostró a Gonzalo otro nivel, y lo incentivó a seguir entrenando siempre para superarse. Sin haber cumplido 20 años viajó a una academia de perfeccionamiento en Luxemburgo: “Mi madre consiguió una beca, mi familia me pudo pagar los pasajes y ellos me daban el alojamiento y la comida. Lo único que hacía era entrenar doble horario, técnica individual especialmente, y también jugamos unos amistosos y campeonatos en el Lituania y en Francia. Fui MVP en uno de ellos y mejor rebotero de otro, pero veía jugadores que me sorprendían. Físicos que acá diríamos que juegan adentro y allá eran bases. Tenía la opción de estar 6 meses pero no me adapté y a los dos meses volví”.

El año 2015 comenzó con la oportunidad de poder ser parte de la Liga Argentina, y si bien estuvo apenas un mes y jugó 8 partidos en Ciclista Juninense, la experiencia fue marcante: “Yo miraba la Liga y estaba demás. Al no haber descenso no había presión, y me daba el plus de poder seguir creciendo. El entrenador me fue a buscar al puerto y enseguida empecé a entrenar. Los físicos eran distintos, me paraba al lado del “Toro” Acuña y Kevin Hernández y me daba cuenta que a pesar que estaba acostumbrado a ser de los más grandes me faltaba muchísimo. ¡Y cómo jugaban! Al principio la pelota se me escapaba de las manos por la velocidad el juego y de los pases. Me dieron un libro con el plan de juego y los sistemas y, aunque lo entendía, para aplicarlo era dificilísimo. Tuve la opción de seguir allá un mes más o venir a Capitol a jugar otro Metro y decidí volver, pero siempre me quedaron muchas ganas de volver.” Sobre su continuidad en el equipo del Prado, si bien individualmente sirvió, quedó con un sabor amargo por los resultados: “Mi rol ya era un poco distinto, podía hacer más cosas y el plantel era bueno. Pero en Capitol siempre nos pasó de quedar ahí, no podíamos entrar arriba. No pudimos entrar a la Liguilla que era nuestro objetivo”.

La Liga Uruguaya seguía siendo un objetivo personal, y en 2015 el plantel parecía darle espacio para participar más activamente de la rotación. “Me sentía más pronto, había mejorado en lo físico, ya que antes no podía pecharme con los jugadores que tengo que hacerlo abajo. En lo técnico también estaba mejor, y con el plantel que se armó me hubiera gustado jugar más. Pero fue un año complicado, perdimos mucho y no había mucho margen de error, nos teníamos que salvar. Incluso lo hablé con el entrenador, a ver qué me faltaba mejorar, y él me dio la tranquilidad que venía bien, pero que el club no tenía el margen para los errores normales de un jugador joven. Lo entendí y seguí trabajando”.

En la Liga actual Aguada le dio la oportunidad y está teniendo un gran rendimiento, incluso por encima de lo que muchos esperaban. “Se me están dando las cosas y lo estoy disfrutando. El “Hechicero” y los compañeros me dan toda la confianza, y eso es importante para que pueda dar todo lo que doy, porque cuando me equivoco me dicen por qué y me ayudan a mejorar.” Uno de los cambios más notorios en su juego ha sido su efectividad en el tiro exterior, convirtiéndolo en una opción distinta a los demás internos del plantel rojiverde: “Me encanta tirar. Lo he entrenado bastante para poder sumarlo a mí juego, aunque me he sorprendido en algunos partidos con el protagonismo que he tomado, como meter cuatro triples en un partido. Le abre espacio a tus compañeros, te defienden distinto. Me gusta y voy a seguir por ese camino”.

El vínculo especial que lo une con Jeremis Smith se ve en cada juego, e incluso recuerda que una de las primeras cosas que le dijo Smith al llegar este año fue: “Vos estuviste en el plantel de los campeones, ya sabés cómo hacer para salir campeón, y tenés que transmitirlo a los demás que nunca fueron. Eso nos va a hacer llegar lo más lejos posible.” Tenerlo a su lado es un adicional que Gonzalo aprovecha y disfruta: “Es como tener a Michael Jordan para mí. Me enseña cosas que de otra forma no sabría de cómo leer el juego, cómo pararse, cómo cortar cuando él tiene la pelota, cómo jugar a pesar de él o cualquier compañero. Me ayuda a sacar el mayor provecho de mí y brindarlo al equipo”.

Se nota un cambio en la actitud en los partidos, en su confianza y el manejo de los errores que fueron mejorando en base a todo lo anterior, y le permiten disfrutar este presente. “Va un poco en la madurez. El año pasado tiraba mucho en los entrenamientos, y llegaba el partido y me paraba en el mismo lugar y erraba solo. Y me preocupaba porque no entraba. Son momentos que atraviesa el jugador en que no puede reflejar todo lo que trabaja en la cancha. Pero como que me dejé de preocupar, sabía que ese trabajo estaba e iba a seguir estando, y que los días de partido los tenía que disfrutar. Antes me calentaba más por mis errores -tiros errados, cortinas mal puestas- pero ahora lo manejo distinto, y si no lo hice sé que la que viene lo voy a hacer y va a salir. Eso lo fui aprendiendo con el tiempo”.

Este año volvió a defender a Aguada en Liga de las Américas, pero siendo protagonista de un partido que quedará en su memoria y la de los aguateros por mucho tiempo: la victoria en alargue frente a Soles de Mexicali, donde convirtió un triple fundamental. “Había jugado poco ese partido, y en el alargue el “Hechicero” me advirtió que me podía tocar cerrar el partido. Había tenido un par de errores pero ya había limpiado la cabeza, estaba tranquilo que si entraba era para sumar. Entré y se dio la jugada, la iba viendo, me abrí al triple y así como la agarré la tiré. Fue totalmente inconsciente, y por suerte entró”.

La Selección también ha sido parte del proceso de Iglesias, llegando a integrar el plantel que viajó a Estados Unidos para preparar el último Sudamericano hasta días antes del propio torneo. “Estuve en una Sub 23 que viajamos a Minas Gerais, con un par de invitados mayores. Jugamos contra Brasil y Argentina. Todo se basaba en seguir creciendo, pero ahí yo no era muy conciente, lo disfrutaba pero no lo veía como profesional. Después estuve con Capelli, y el año pasado ya con Signorelli. Era diferente, jugar con todos los monstruos de esa selección, lo que eran los entrenamientos era divino. Siempre fui a pelear un lugar a la Selección, me muero por estar ahí, saber que es la Selección y hay que dejar la vida. Tiene un plus para ir y es lo mejor que me pasó”.

Ya que no sólo de básquet vive el hombre, el “7” nos contó también sobre su tiempo libre y sus preferencias. “Me gustan las cosas cotidianas, tomar mate, estar con amigos. Escucho música, un poco de todo desde rock and roll a cumbia y plena, pasando por jazz o electrónica. De noche soy de mirar alguna serie, ahora estoy viendo “El Tirador” y esperando que salga la última temporada de “Juego de Tronos” que me tiene colgado”.

Para terminar, Gonzalo no escapó a dar su punto de vista sobre el presente de Aguada y sus posibilidades en esta Liga. “Yo a este Aguada lo veo para campeón. Me tengo bastante confianza, por cómo venimos jugando, y sé que tenemos para seguir creciendo y dar más todavía. Hemos perdido partidos por errores nuestros, pero los analizamos y seguimos creciendo. Si jugamos al básquetbol que podemos tenemos para pelear lo más alto y levantar la copa. No digo que sea fácil, va a ser difícil, pero la podemos levantar”.

 

Uno x Uno

  • Un recuerdo – “El triple contra Soles.”
  • Un deseo – “Jugar en Europa o en la NBA.”
  • Fernando Cabrera – “Un gran amigo y un entrenador que me da terrible confianza.”
  • Marcelo Signorelli – “Un gran técnico, me dio mucha confianza.”
  • Leandro García Morales – “Una estrella, jugar al lado de él es una locura.”
  • Gustavo Barrera – “Nivel NBA o europeo, lo he visto hacer cosas en la práctica que son una locura.”
  • Jeremis Smith – “Un compañero, un líder… para mí el 1.”
  • Un amigo del básquetbol – “Pablo Morales”
  • El básquetbol – “Un estilo de vida.”
  • Aguada – “El club de mis amores.”
  • Gonzalo Iglesias – “Un proyecto.”