Nacional luchó hasta el final, no se guardó nada y estuvo muy cerca de conseguir su primera Liga Uruguaya de Básquetbol en un año de crecimiento institucional al que solo le faltó la frutillita del postre.
Un nuevo año naranja comenzaba y la ilusión de todo el pueblo tricolor estaba en su punto más alto. A pesar que la temporada 2021-2022 no fue la mejor, desde su llegada al círculo de privilegio no se ha cansado de ser uno de los grandes animadores del certamen y este año no fue la excepción. La última imagen que quedará en la retina de la Primera Hinchada del Mundo será viendo a su club en segundo lugar, pero esta gente tiene mucho más que motivos para festejar.
Ni el más pesimista pudo pensar que su Nacional iba a sufrir tanto durante el año, pero que coronaría con llegar a la definición otra temporada. El camino deportivo comenzó a los tumbos y cuando de a poco parecía que todo se equilibraba, llegó la primera decisión fuerte por parte de la directiva. El timón bolsilludo tomaba un nuevo rumbo con el cometido de buscar una solvencia e idea colectiva. Los cambios llegaron y de un momento a otro dieron sus frutos.
La inestabilidad del equipo fue rápidamente suplantada por una química colectiva que se marcó un objetivo claro y determinante: defender a capa y espada. A partir de ahí fue que la creación de un ejército plagado de soldados, que entendieron su rol a la perfección, fueron conquistando y capturando adeptos.
Con el correr de las batallas fueron agrandando su tropa. No importaba el lugar de su próximo enfrentamiento, ellos, todos unidos hacían frente a la situación. El gran momento llegó a su tope cuando volvieron a su barrio, a su club y mejor aún; a su remodelada cancha. No se van a olvidar jamás cuando vieron a uno de los suyos, a metros nada más, anotando su primer triple como lo hacía en aquella antigua cancha sin techo, que existía cuando jugaba en infantiles.
Ese contagio fue tal que todo ese ejército, que era cada vez más grande, llegaba, llenaba y copaba las nuevas tierras que se apropiaban. Fueron a todos los escenarios y lograron colapsar con todo, con invasiones impactantes al Palacio y cuando, les tocó vestirse de gala y no defraudaron, con un superpoblado Antel Arena. Sus mejores armaduras decoraron una definición que tuvo tintes en tres colores de principio a fin.
Hoy se van derrotados pero con la frente en alto. Supieron dar vueltas situaciones adversas y enaltecieron aún más la rica historia del club. La institución sabe que la revancha estará en la próxima batalla y que cuenta con un ejército que acompañará un año más. Ya se hizo tradición. Su pueblo repite: "de Nacional en todo".