Otro título para Leandro García Morales. Polémico. Amado y resistido. Indudablemente un profesional de excelencia al que su jerarquía y su clase para jugar al básquetbol lo posicionaron como un ganador nato. Sigue dando vueltas, colecciona redes.

Leandro divide aguas. No hay dudas. Si juega en tu equipo, lo amás. Si no, lo resistís. No hay grises, es blanco o negro. Y así vive. Así juega. Así gana.

Anoche consiguió su sexto título de Liga Uruguaya, el segundo con Aguada. Ya arrastraba en su palmarés bicampeonatos con Biguá y Hebraica y Macabi. Nunca perdió una final de LUB. En Uruguay, el que lleva a García Morales aspira a ser campeón, sin dudas.

En estos Playoffs, con sus declaraciones aumentó esa relación de amor/odio en el de afuera. Se animó a contar sensaciones sin cassette, lo que siempre le reclamamos a los deportistas desde este lado. Cada uno evaluará sus palabras, cuando tuvo razón y cuando no en sus acusaciones. Pero nadie puede discutir que fue punzante y generó revuelo. Es opinión autorizada.

Es innegable su profesionalismo. La vida le fue poniendo obstáculos, de los peligrosos, y nunca se achicó, ni se desesperó. Tranquilo, trabajador, sereno. No dio un día por perdido por amor al básquetbol y su profesión. Nunca bajó los brazos, ni en sus peores momentos. Siempre que parecía que no podía, volvió. Y volvió intacto, como siempre.

Las lesiones, el accidente. Nada lo detiene. Nada. Ama su laburo. Ama jugar al básquetbol. Rinde al máximo de sus posibiliades porque se dedica 100% a ser su mejor versión. El trabajo paga.

Otra vez Leandro García Morales hizo que el básquetbol se rinda a sus pies. No se cansa de dar vueltas olímpicas y cortar redes; le gusta llevarse la pelota de la final para la casa. La misma bestia de siempre, ese que es querido y resistido. Ese mismo que para un pueblo rojiverde es D11os.