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Con la humildad que lo caracteriza, Carlos Peinado se tomó su tiempo para reflexionar sobre una gran carrera con la celeste y a nivel de clubes.

¿Qué recuerdos tenés de tu infancia en Parque Rodó?

Fue distinta a los tiempos de hoy. La vida era otra, el barrio también. Mi herencia familiar me llevó a que Sporting fuera mi segunda casa. Pasaba el tiempo en la Escuela Francia, después el Liceo Zorrilla y la plaza de deportes. Íbamos con mi abuelo a ver la Liga Palermo, siempre relacionado al deporte. Mi padre y mi tío jugaban en Sporting, y a los cinco años ya andaba metido en las clases de gimnasia y de básquetbol. En la casa de mis abuelos maternos hacía un aro con lo que había, para ir practicando.

Debutaste a los 16 años en primera. ¿Cómo fue ese momento?

Primero fueron los nervios por entrenar con el plantel superior y después los del debut. Sentía que el club me apoyaba, respaldaba y cuidaba. Eso era muy lindo, no les podía fallar a todos ellos. Atilio Caneiro fue el que me llevó de la mano, aconsejando y protegiendo, para transformarse en un pilar fundamental.

¿Es cierto que te llevabas la pelota, para ir picando y tirar 300 por día?

Me llevaba la pelota de los entrenamientos, iba y venía del liceo con ella. Era mi manera de seguir mejorando, puliendo las condiciones. El talento nace con uno, aunque puede ser mejorado. La forma es trabajando en el físico y los fundamentos, agregándole actitud, responsabilidad y profesionalismo.

¿Cómo es compartir un plantel con grandes estrellas?

Fefo Ruiz de un lado, Tato López del otro y Fonsi Núñez adentro. A mí me tocaba distribuir la bola y sus opciones de gol. Si veía que alguno estaba pasado de rosca y lo tenía que habilitar a otro, lo hacía. Esa generación tuvo ese plus, de entender lo que precisaba el equipo, brindándose al máximo en los minutos que tocara. Gato Perdomo que venía atrás mío, me hacía transpirar cuando jugábamos en contra en los entrenamientos. Eso nos hacía mejorar a los dos, demostraba el compromiso que teníamos por el colectivo.

¿Cuánto modificaste tu rol con el paso del tiempo?

Me inicié como goleador nato, con condiciones para conducir. Después, me fui adaptando para ser más armador y darle al equipo lo que precisaba en cada momento. El básquetbol es el deporte que va incorporando cambios de reglas constantemente. A mí me tocaron varios cuando jugaba como la posesión, el triple y el tiempo para cruzar de cancha. Siempre buscando mejorar el espectáculo.

¿Qué es el liderazgo?

En mi caso se fue dando y tuvo un mérito muy importante en mis compañeros también, por su apoyo. El hecho de entender cada uno su rol, nos fue amalgamando. Antes había más contacto cara a cara, que favorecía al conocimiento del plantel, producto de los momentos de interacción. Me puedo haber ganado ese lugar de líder sin darme cuenta, por la personalidad de cada uno y favorecido por la capacidad que teníamos.

¿Qué representa la selección para vos?

La selección es lo máximo. Sentía que era el capitán de todos los jugadores del básquetbol uruguayo, representábamos a ellos, lo hacíamos a partir de la unión y la solidaridad del grupo. El compromiso que tuvimos generó una identificación especial con todo el país.

¿Cómo fue llevar el pabellón nacional en los juegos?

Una de las alegrías más grandes de mi vida. Además, el desfile inaugural de un Juego Olímpico en esos años, estaba rodeado de una solemnidad que luego cambió por la espontaneidad.

¿Qué análisis haces de nuestro básquetbol?

Acompasamos las nuevas reglas, pero no pudimos ir al mismo ritmo con el trabajo de fundamentación. Se perdieron años y generaciones enteras. Algunos de los campeones del 1995 y 1997 se iniciaron con nosotros, pero no queda claro si fueron producto de una planificación y búsqueda activa de talentos, o una casualidad por haber tenido edades similares. Ahora pasa lo mismo, los jugadores que están parecen más surgidos por esfuerzos individuales, que por una infraestructura que los ayude y potencie.

¿Cuánto incide la liga local en la selección?

La competencia interna también influye. Cuanto más exigente sea, mejor va a preparar a los jugadores para disputar torneos internacionales. La suspensión de extranjeros entre los 80 y los 90, nos perjudicó. Después fuimos y vinimos entre dos foráneos, tres, cambio de fichas, en definitiva no hubo una continuidad.

¿Cómo visualizas el futuro de la celeste?

En las formativas Capalbo está haciendo un buen trabajo. Igualmente dependemos de algún talento que nos salve. Granger está en el alto rendimiento y lo disfrutamos muy poco en la selección. Los tiradores son fundamentales, y debemos construir desde la defensa para poder potenciarnos. Pasaron los mejores técnicos, pero no hemos sostenido sus ideas en el tiempo, sin continuidad para los procesos es difícil lograr resultados.