En tiempos de pandemia, dialogamos con Maite Pereira, quien nos contó cómo la está atravesando en Brasil, y su experiencia sola en el extranjero a tan temprana edad.

¿Qué expectativas tenías al llegar y con qué te encontraste?

Mis expectativas eran que el básquet era totalmente diferente, con jugadoras con genética distinta, y cuando llegué me encontré con eso mismo.

¿Qué te dejó el salir del país cómo enseñanza y qué te cambió en el juego?

Me enseñó a no frustrarme tanto conmigo misma, me cambió muchísimo en la visión de juego, en el tiro de tres puntos; y saber cuando hay que atacar todo el tiempo y cuando hay que esperar.

¿En tu primer año, cuánto motiva el haber ganado un campeonato?

Muchísimo, me dejó aún más motivada y entusiasmada a seguir metiéndole con todo.

¿Cómo es llevar una vida sola tan joven?

Tiene un lado positivo y uno negativo. Por una parte a mi me sirvió muchísimo para mi madurez, pero por otra es difícil estar lejos de la familia y tener que hacer todo vos.

¿Qué te cambió a nivel personal y a nivel básquet esta experiencia?

En la vida no me cambió mucho, pero se tornó más profesional en todo sentido. En el básquet la diferencia fue muy grande, por la diferencia física y la cantidad de juegos en un año.

¿Cómo es el día a día y qué diferencias tiene a cuando estabas en Uruguay?

Bueno, mi día no cambió mucho. Me levanto, desayuno, y cuando no había cuarentena iba a estudiar. Al salir de la escuela voy directo a comer, un rato después voy a entrenar, y estoy unas cuatro horas y media más o menos en la cancha. Después vuelvo a casa, me baño, estudio y me acuesto a dormir. La principal diferencia que tengo con mi vida en Uruguay, es que yo tenía más tiempo para juntarme con amigos y salir con mi familia. Acá el día se me pasa mucho más rápido.

¿Cómo te llevaste con el portugués en un inicio a la hora del estudio?

Eso fue lo más difícil. Porque llegué a Brasil sin saber nada de nada y una semana después ya estaba en la escuela. Pero gracias a Dios, vivo con cinco chicas más y eso me ayudó muchísimo.

¿Cómo se te dio la chance de irte a jugar a Brasil y cómo lo vivieron tus padres sabiendo que te ibas lejos?

El entrenador de acá me vio por video de la selección y de mi club, ahí se comunicó con mi madre y mi familia. Mi madre fue bien difícil que aceptara, porque ella tenía miedo a dejarme ir sola. Pero con mis hermanos y mi padre hablamos con ella, la terminamos convenciendo.

¿Con el tema de la pandemia no te quiso traer de vuelta?

Sí, pero sabíamos que no podía. Primero porque estaban cerradas las dos fronteras y aparte, yo preferí quedarme acá que podemos entrenar y no ir a Uruguay a quedarme parada.

¿Cómo son los entrenamientos y las clases en épocas de COVID-19 en Brasil?

Se paró la competencia pero nosotras tuvimos siempre la cancha abierta. Dos semanas después empezamos a entrenar con nuestro entrenador, pero de a cinco chicas y con tapaboca. Con la selección si entreno por Zoom porque acá no paramos nunca. La escuela sí bien no es presencial, nos mandan trabajos y pruebas por una aplicación llamada Classroom.