Mientras aguardamos a que todo esto pase seguimos charlando con los protagonistas. En esta oportunidad le tocó a Horacio “Gato” Perdomo, quien charló de su histórica carrera así como también de su etapa como entrenador.
Arrancamos por Capurro, donde debutaste muy joven...
Debuté en el año 1976 en primera en un Capurro que en esos años era un sube y baja constante entre primera y segunda. El técnico era Javier Rey, jugué tres partidos y lo echaron porque me había puesto a mí y el día que lo echaron me agarró y me dijo “quédese tranquilo Perdomo, a mí me echan porque lo puse a usted pero tiene un gran futuro” y la verdad yo en ese momento no le creí. Ese mismo año salimos campeones de menores con un equipo que éramos todos amigos del barrio, mi abuelo vivía pegado al club Capurro y yo me la pasaba ahí con todos mis compañeros. La verdad que fue una alegría bárbara salir campeones de primera, le ganamos la final a Sporting. En esa época se jugaba el campeonato de menores con los equipos de primera por un lado, los de segunda por otro y así todas las divisionales y después se jugaba la Copa Montevideo que tenía a todos los campeones y segundos de cada divisional.
Volviendo al debut en sí, comencé muy chico en el '76 como dije dónde nos tocó descender. En el '77 subimos de nuevo a primera con una linda campaña, bajamos en el '78 de nuevo y después en el '79 estábamos muy cerca de volver a ascender ya que estábamos primeros con tres fechas por jugar con Olimpia y Goes a un punto nuestro, lo cierto es que perdimos los tres partidos y subieron ellos. A ese equipo lo dirigía Ramón “Pirulo” Etchamendi, quien fue un padre basquetbolístico para mí, me marcó mucho. De hecho mi hijo Martín se llama Martín Ramón por él, porque Pirulo me vio ahí en Capurro y me llevó a Neptuno en el '79 me lleva de refuerzo a la Liguilla. Antes se jugaba el Apertura, el Federal y después los seis mejores se reforzaban con dos jugadores nacionales y dos extranjeros para jugar la Liguilla que definía quien iba a representar a Uruguay al Sudamericano, el cual se jugaba en una sola sede con todos los equipos campeones de cada país. Se jugaba tres partidos por noche en el Cilindro y se agotaba siempre. Después de ese año pedí pase a Neptuno donde estuve desde 1980 a 1986.
Te consulto por el partido entre Capurro y Olivol Mundial el cual le quitó la chance a Olivol del ascenso directo. Sé que hiciste un tremendo partido pero así como terminó te tuviste que ir volando porque te querían matar...
Yo había viajado a una gira con Olivol por Mendoza y además vivía a tres cuadras del club, en Asencio y Millán, conocía a mucha gente del club. Ellos habían aprontado el festejo para esa noche. Todos los equipos tenían un extranjero salvo nosotros, pero en Capurro no nos pudo ganar nadie. Olivol tenía un extranjero, Richard Steineman, que vivía a la vuelta de casa con el que tenía muy buena relación y justo en ese Federal de segunda fui yo el goleador y él me siguió. Ellos llegaron a la cancha pesando que como no nos jugábamos nada los íbamos a dejar ganar, pero yo siempre jugué para ganar. Algunos lo entendieron pero la mayoría no, y la anécdota es que después del partido me quedé en la casa del Quico López que vivía al lado de Capurro y después me tuve que ir a Maldonado porque me habían rodeado la casa esperándome. Sin embargo ellos terminaron ascendiendo ganándole a Nacional en el Plaacio Peñarol.
En el 81 tuvieron un Sudamericano en el que tanto Fefo Ruiz como vos estaban en el límite de quedar afuera, pero después de un amistoso contra River argentino donde jugaron muy bien se terminaron ganando su lugar en la Selección.
Éramos de los más jóvenes junto con el Tato López y Luis Pierri. Tuvimos la suerte de quedar en esa selección en 1981, ya habíamos hecho todo el proceso en el '79 donde quedamos eliminados. Ese año se nos dio la chance de quedar, es más el Fefo no solo quedó sino que terminó siendo titular en el quinteto ese inolvidable que tenía a Carlos Peinado, Tato López, Fefo Ruiz, Héber Nuñez y el Peje Larrosa. Además teníamos una buena rotación, en la base estábamos el Chino Belén y yo, estaba también Walter Pagani, el Pájaro Frattini, Germán Haller, era un equipazo con el salimos campeones en el Cilindro.
Si te preguntara un quinteto con compañeros tuyos, ¿cómo lo amararías?
Es bravo armarlo. Tengo recuerdos de muchos compañeros como por ejemplo el quinteto de Biguá con el que salimos campeones sudamericanos. Hay grandes jugadores con los que pude jugar, por ejemplo Fito Medrick un ganador, Fefo Ruiz un goleador, Tato López un jugador único, Álvaro Tito, Andres Blanc, Gustavo Szczygielski. Y también todos los veteranos que ayudaron y apoyaran a que esta generación creciera, como lo fueron Mahoma Wenzel, Cuqui Barizo, el Bandido Bianchi, Jorge Garretano, toda esa generación que nos impulsó y nos enseñó un poco cuál era el camino a seguir. Y esta genración cuyo abanderado era sin dudas el Tato López rodeado por muy buenos jugadores vivió experiencias divinas, jugamos dos Mundiales -el del '82 en Colombia y el del '86 en España-, clasificamos a los Juegos Olímpicos de Los Angeles en el 1984 saliendo segundos en el Preolímpico de San Pablo, y en esos mismos Juegos Olímpicos hicimos muy bien las cosas quedando sextos por encima de otros equipos americnaos como Canadá y Brasil. Tuvimos la suerte también de jugar dos Panamericanos, cuando aún se debía clasificar, y de todo eso no se olvida nunca. Se formó un grupo precioso, además de jugar mantenemos una amistad, se formó una gran generación que creo que de las últimas en tener tantos logros.
¿Cómo se hace para ser el base en un equipo que tiene esas bestias que sabes que siempre te la van a pedir?
Era bravo, pero sabés que es lo más lindo jugar con jugadores como el Fefo (Ruiz), el Tato (López) o el Fonsi (Núñez), que la quieren siempre y eso es fundamental. Jugadores de esa calidad cómo Andrés Blanc y Álvaro Tito en Biguá, son jugadores que si la pasabas para el otro lado iban a pedirte que se la pases a ellos. Entonces cuándo tenés ese tipo de jugadores tenés que leer el mejor momento para pasársela, ver cuando estaba en racha para dársela o si venía errando no hacerlo. Por ejemplo, todos los récords que tiene el Fefo son en Neptuno conmigo pasándosela, cuándo el hizo 82 puntos yo hice 26 asistencias, pero había veces que lo suspendía, porque veía que entraba loco o que no le entraba la pelota entonces vas desarrollando esa lectura de saber el momento justo de cuándo dársela. Pero como te dije, lo más importante es que la quieren siempre y esos jugadores es divino tenerlos en tu equipo, lo bravo es cuándo tenés a esos que cuando hay que meterla se esconden.
Jugaste en Nepuno, Nacional, Biguá, Capurro, Peñarol, Bohemios de refuerzo en una Liguilla, en Cordón también de refuerzo, años en la Selección, ¿cuál fue el mejor grupo con el que estuviste?
Hubo varios. El de Neptuno fue inolvidable porque se juntaron un montón de amigos y era un grupo espectacular y no solo para jugar. Tuve la suerte de ser dirigido por Pirulo (Etchamendi) y por (Víctor Hugo) Berardi que los dos eran muy buenos haciendo grupo. También destaco al Cuqui Barizo, que me enseñó mucho de básquetbol y en la vida, con él pude estar tanto en la Selección cómo en Neptuno, Peje Larrosa también es otro hermano de la vida con el que compartí básquetbol y después muchos momentos más. Los grupos de los Juegos Olímpicos y el del Sudamericano también fueron divinos y siempre nos estamos hablando. La gran mayoría de mis amigos me los dio el básquetbol, este deporte te da la chance de hacer muchas amistadas y es lo que te termina quedando.
Dejando atrás tu etapa de jugador, tuviste una muy rica etapa estando en Sayago...
Primero pasé por las formativas de Urunday y luego fui a Sayago donde estuve 10 años entre entrenador principal y coordinador de formativas. Siempre me gustó pelear por un objetivo y Sayago tenía uno muy claro que era fomentar a los jóvenes del club, porque no tenía un gran poder económico entonces se apostó por los jóvenes. Para mi ese trabajo de coordinador fue muy enriquecedor como entrenador y cómo persona, a su vez creo que siempre se cumplió con el objetivo, no el deportivo porque nos tocó descender varias veces sino el de proyectar a los gurises, de convivir con ellos, yo iba a las 6 de la tarde y me quedaba hasta la noche en el club. Cuando llegamos a Sayago estaba bastante desmembrado, con pocos jugadores por categoría pero cuando llegamos nos pusimos como meta levantar a Sayago como institución y como club, y creo que esa fue la experiencia más enriquecedora dentro del básquetbol. Ver a los gurises crecer, chicos que yo veía en Mini hoy jugando en Primera. Creo que Sayago fue el equipo que más jugadores oriundos proyectó siendo todos proyectos 100% genuinos del club. Fue un trabajo que en lo personal me reconfortó mucho y me dio muchas alegrías, verlos crecer, ver que son buenas personas, los que no llegaron en el deporte estudian, que tomaron ese sacrificio que pude transmitir y lo llevaron a otro lado. Pero como te decía más allá de que lleguen o no, un entrenador es un docente y antes de formar jugadores forma personas.
Pudiste cumplir ese objetivo y además tuviste un extranjero que marcó una época como Shelman.
A mi cuando me llevaron me dijeron que el proyecto de Sayago era proyectar a los gurises, había varios jugadores oriundos de Sayago y me pidieron que los proyecte y a mi me encantó la idea. Tratar de enseñar, predicar uno predica, mantener una estructura en todas las categorías, cuando coordinaba yo Sayago marcaba de la misma forma desde los minis hasta el primero presionando toda la cancha por ejemplo. Pudimos traer a Shelman por poca plata y se transformó en un ícono dentro del club. Fue un jugador que siempre me respetó y con el que nos teníamos mucho aprecio, con lo que creo que se terminó convirtiendo el abanderado en todos mis proyectos.
Pero sin dudas lo que me llevo de mi tiempo en Sayago es haber proyectado tanto jugador joven y más que nada en lo social, ver que son buenos gurises, respetuosos, busqué enseñarles básquetbol pero también lecciones para la vida. Pero siempre respaldado por la dirigencia, que a pesar de haber tenido resultados positivos y de los otros, incluso descensos, siempre me bancaron durante casi 10 años.
Y si bien tuvimos descensos también ascendimos. En Sayago tuve la satisfacción más grande de mi vida que fue dirigir a mi hijo dos veces en el Metro, una vez ascender con él y la otra dirigirlo el 90% del torneo ya que en los último partidos terminó otro compañero el cual luego del ascenso me llamó y me dijo que el ascenso era todo mío y que no me alejara de Sayago. Al año siguiente volví, dirigí una buena parte del torneo pero por temas de salud decidí dar un paso al costado, siguió el cuerpo técnico que estaba conmigo y tuvimos la suerte de salvarnos, pero en sí los resultados son historia.