Aguada fue el alma de la Liga y logró poner a las finales en boca de todos con su participación y ebullición pasional. La campaña acarició la gloria.

Los clubes populares son así. Despiertan multitudes, a favor y en contra. Y Aguada lo hizo una vez más. Logró con su campaña deportiva poner al básquetbol como tema nacional. El empate en tres hizo crecer aún más la expectativa sobre una final que será recordada por mucho tiempo.

El Palacio, anoche, lució como nunca en los últimos años. No entraba nadie más. Fue una locura. Desde la venta de entradas a la forma que se agotaron es escasos minutos. La fiebre estaba instaurada en el pueblo. Contar con un equipo tan popular en la definición fue el aliciente perfecto.

Cada recibimiento, cada despedida, cada emoción en el triunfo y el aliento en la derrota. Son imágenes imborrables para el hincha. El corazón y la emoción no entienden de resultados cuando las vivencias fueron épicas en el sentimiento.

Ayer se terminó una Liga inolvidable para toda la brava muchachada. Un camino de ilusión que fue creciendo como pocos. La imagen final no fue la mejor y la torta terminó sin frutilla. La bronca invade, la desilusión reinará por unos días, es innegable, estuvo cerca de tocar la gloria.

Cuando pasen las horas el orgulló aflorará en cada aguatero. No hay otro sentimiento para dedicarle a este plantel, al cuerpo técnico, a todos los que fueron parte de esta temporada. Como dicen ellos en la canción, “se les parte el corazón” en la derrota, pero con el paso de los días van a estar esperando ansiosos “ponerse de la cabeza” para volver a alentar a su equipo.

Sin que nadie se ofenda, el básquetbol también le debe agradecer a Aguada, porque resaltó las finales con su presencia.