La lesión de Jayson Granger –real- fue el camino más fácil para terminar con una situación incómoda para el jugador que vino a Uruguay buscando una realidad que estuvo distante de encontrar. Columna de Opinión.
El 27 de mayo de este año, tras una reunión realizada en España entre Ricardo Vairo, Adrián Capelli y Jayson Granger se dio a conocer una noticia tan esperada como novedosa, el mejor base de la ACB dio el “si” para ponerse la camiseta de Uruguay y disputar el Pre Olímpico.
Los viajeros tuvieron la fortuna y habilidad de conseguir la figurita difícil para completar el álbum, muy meritorio por cierto. Aunque, con el diario del lunes, es oportuno decir que queda sensación de que no se cuidó tal “tesoro” como se debió hacerlo.
Hay una realidad elocuente: Granger no se muere por jugar por Uruguay, dio muestras sobradas de esto. No digo que no le interese, ni siquiera se me ocurre pensarlo, pero si me animo a afirmar que no lo tiene como prioridad en su carrera. Puede ser respetable, y hasta entendible, cada uno…
La selección siempre busca, a como de lugar, contar con el oriundo de Cordón. A pesar de las constantes negativas está notable la intención de volver a insistir una y otra vez, su calidad deportiva lo merece.
Desde el día que en dio el visto bueno en aquella reunión, hasta ayer, que se bajó definitivamente, las cosas fueron mutando, y me animaría a decir que ese fue el causal principal de su renuncia, con la lesión como camino de salida.
El problema en la espalda es real, absolutamente cierto. No creo que fuera causal de bajarse con tanta anterioridad, por eso lo anteriormente expresado. Pienso más en un “no querer arriesgar” en un lugar que no se sentía cómodo cuando en el horizonte tenía un contrato en un nuevo equipo, uno de los más poderosos de Europa (Anadolu Efes de Turquía) que se armó para pelear en todos los frentes.
Entiendo que Granger estaba entusiasmado y se fue desilusionando con la consecución de hechos. Esperaba otro potencial deportivo, ir con chances ciertas de pelear una clasificación, al menos, a un repechaje. Desde su “si” hasta ayer, se bajaron figuras como Gustavo Barrera, Leandro García Morales y Esteban Batista, a mi criterio, esta última fue la gota que derramó el vaso, aunque nadie lo va a decir oficialmente –y está bien-, siento que fue lo que terminó marcando la decisión de Jayson.
Vino en busca de algo que no encontró, ni en el potencial deportivo, ni en los compañeros, ni en los entrenamientos, ni en el entrenador. Apoyado en su lesión, optó por priorizar su carrera, una vez más, y a esta altura no sorprende.
Internamente todos conocíamos este final, en las últimas semanas la sentencia estaba decretada y solo había que esperar el día de la confirmación, que nadie quería que llegara porque todos nos moríamos de ganas de verlo jugar por Uruguay, hasta los que lo matan con sus críticas.
No voy a alzar la mano de tildarlo de “traidor”, “vende patria”, ni ninguna de esas cosas que me parecen demasiado exageradas. Si se lo vuelve a ir a buscar, hay que ser conscientes de la realidad que intentamos concretar. No apelemos al orgullo de que vista la celeste porque, seguramente, volveremos a chocar con un muro. Hay que mimarlo, arroparlo y cuidarle algún exceso de ego personal, más allá de que se lo merezca o no, es normal que lo tenga, es el mejor base de la ACB y lo necesitamos.