Malvín, en defensa, maniató a Macabi y los 47 puntos que recibió explican la clave del éxito.

La idea clara que arrastra un proceso, el entender y saber a lo que jugar. El aceptarlo como forma y llevarlo a cabo a la perfección. Eso fue y será Malvín mientras dure la era Pablo López.

No estaba jugando a eso, no era Malvín. Lo empezó a ser en el segundo tiempo del partido anterior y lo confirmó hoy. No le pesó la responsabilidad porque se sabe candidato, jugó y ganó con esa presión a cuestas.

Hizo lo que tenía que hacer, todos tenían claro que valía más el colectivo que el destaque personal, y que cumplir su rol en ese conjunto al máximo de las posibilidades los acercaba al colectivo.
Por eso fue que Bavosi y Mazzarino defendieron como si tuvieran 20 años, que Newsome jugó con la cara cortada, que Silvarrey entró y no bajó el tono, que Dials se comió a Hatila o que un goleador plateado como Winston se puso el overol para entrar a la cancha.

La actitud desde el minuto cero, de los cinco titulares dejando la vida y de los siete suplentes gritando cada pelota recuperada como el gol de Alcides Ghiggia en Maracaná, marcaron que Malvín no había llegado hasta acá por casualidad, ni de paseo. Tenía un proyecto que asumir con un objetivo que cumplir y en esa escalera todavía había metros por subir.

Así lo entendieron, así lo cumplieron y así ganó Malvín, jugando a ser el Malvín que todos conocemos.