Mauro Tornaría y Abel Agarbado fueron claves en el momento justo del partido, una cuota importante de amor por el club a la hora de asumir las bolas más importantes de la noche.

Olimpia volvió a fallar colectivamente, lo salvaron los buenos momentos individuales de sus jugadores, Greg Dilligard y Nicolás Delgado con momentos exuberantes fueron fundamentales en varios pasajes del cotejo.

La mano venía jodida al final, las ofensivas no eran claras. Olimpia estaba seis abajo y menos de medio cuarto lo separaba del Metropolitano. Ahí apareció la clase de Mauro Tornaría y la juventud desfachatada de Abel Agarbado, que ya dio varias muestras de tener pasta para tomar decisiones cuando la bola pesa el más de lo común.

Tomaron tiros algo incómodos, obligados por la situación y por el corazón que los empujó a clavar esas pelotas. Sabiendo que tenían un compromiso con la historia de ese club que los vio nacer, corretear, crecer y hacerse hombres, sabiendo que cuando la naranja tocara la red iban a llenar de felicidad a un montón de familiares y amigos que con una sonrisa festejaban y compartían la alegría desde la tribuna.

Y así fue, ellos lo sacaron, a los ponchazos, con la mezcla justa de calidad y corazón, para darle alegría a su gente, que hoy duerme tranquila, como hacía meses no lo hacía.