Asusta la tormenta del día después, ”Mañana sigue la calesita, sin la pintura y sin el disfraz” cantan Tabaré Cardozo y Alejandro Balbis, y se asemeja a la realidad del básquetbol uruguayo.

¿Será una pesadilla el triple de Clavell o la última que salió de Luciano? ¿Podrá ser nuestra idiosincrasia sufrir, acostumbrarnos a quedar siempre a un pasito y vivir de la historia? Es una pregunta que nos hacemos todos cada vez que termina una clasificatoria. Pero este proyecto trajo nuevas esperanzas y nos renovó la ilusión. Al menos para que la gente “de afuera” vuelva a confiar en el básquet.

Se ganó algo muy importante, confianza en un grupo. A la ilusión siempre presente y el sueño de todo charrúa, se le sumó público de todas las edades que apoya al básquetbol y contagia esa energía adentro de la cancha. Un deporte en crecimiento dentro de un período de tiempo con un proceso inicial que fue mutando, pero que, fudamentado sobre todo en volver a jugar de local y potenciado con el estreno del Antel Arena, se vio reflejado frente a los efectos de acción y reacción de los jugadores de selección.

Esa confianza que se transmite en el barrio, en la cantina, en la plaza, en la doma, en cada cancha o frente al televisor, es tan grande que también la sienten cada uno de nuestros fieles representantes adentro del rectángulo y los une haciéndolos más fuertes ante todas las adversidades.

No se consiguió el cometido final, pero seguramente hicieron que varios despertarán sabiendo que el lunes no era un día más, que era el gran día. La ansiedad previa y el nerviosismo a lo largo de todo el partido se generó porque la confianza y la ilusión volvió a renacer, nuevamente Uruguay puso un ojo en el filo de la ventana y el basquet se subió en el escenario general a nivel país.

Ojalá esta credibilidad siga presente a futuro, para que la naranja con puntitos vuelva a consolidarse como deporte popular y de interés. Que chicos y chicas se arrimen a los clubes. Que crezcan, sueñen y se ilusionen picando la pelota en una cancha.

Los que estamos a diario, respiramos esta pasión y vamos a seguir estando. Así lo sentimos. La incógnita es: ¿se podrá cautivar a los de afuera? Ir al Mundial hubiera sido la motivación perfecta, pero este camino intermedio transitado, invita a soñar, pero fundamentalmente a seguir trabajando.

Que el básquetbol siga creciendo, que ahora el sueño sea en tres banderas, la de Indonesia, Japón y Filipinas, junto al flameante pabellón nacional para el 2023. Esto no se termina acá, apenas empieza y lo que construimos más que nunca debe persistir porque vos también fuiste parte de todo esto. No somos ni ellos y ni nosotros, somos un equipo al que todos elegimos representar. ¡Somos equipo, Somos Uruguay!