Fuimos noticia nosotros, los del básquetbol. Nos venían a preguntar sobre el juego del americano y de cuánto cobra promedio un jugador. Nos preguntaron sobre lo bien que pensó tal técnico una jugada y nos hablaron de lo “pechofrío” que es tal jugador o la clase de otro por verlo jugar una vez.

 

Le ganamos a todos. Estuvimos en la tapa de los diarios y en los canales de aire, había reportajes previos y caras nuevas que en su vida habían visto de cerca el piso flotante. Nuestro basquet se vistió de lujo con más programas televisivos y radiales de los acostumbrados.

Un lunes a las 20.30 el basquet le ganó en la tele al programa de cocineros y al de Tinelli, en las redes sociales, en la calle, todos hablaban de tal partido, de tal fallo, de si había que echar a tal jugador o de si pegó como recurso o de “malaleche”. Todos supimos de basquet por unas semanas.

Un poco nos gustó que hablen de nuestro deporte, que aprecien esto. Vimos gente vibrando con partidos como nunca hubiésemos imaginado, la calle respiró básquet.

Y terminó.

Terminó “La Liga” y empieza “El Metro”. Ya no tengo con quien comentar la falta que le cobraron al ayuda de Auriblanco en el partido contra Miramar. Si pisó o no la línea de tres el base de Cordón contra Marne. De cómo se suspendió tal partido porque faltaba polifón en la parte de abajo de la tabla. Del americano chico del Verdi que parece que anda bien.

Ahora nos dejan solos.

Justo en invierno que hay que ir a las canchas con gorro de lana y dos camperas, ahora no me opinan, ahora nos dejan solos. Nos dejan solos con los de siempre, por eso, a pesar de la fiesta que vivimos, no nos mareamos con las luces del estadio con el mapping del palacio.

No nos dejen tan solos, porque saben qué, el mapping es el mapping, pero la pelota pica igual de lindo en todas las canchas.